Entrevista para la Revista BOCAS con la primera persona en dar la vuelta al mundo, en solitario y sin escalas, en velero.
El 14 de junio de 1968, Robin Knox-Johnston salió del puerto de Falmouth, en el suroeste del Reino Unido, y 312 días después, el 22 de abril de 1969, puso pie a tierra, exactamente en ese mismo lugar.
Este intrépido oficial inglés de la Marina británica se convirtió, con 29 años y a bordo de su robusto queche –un velero de nombre Suhaili, de casi diez metros de eslora y con dos mástiles–, en la primera persona en circunnavegar la Tierra en solitario y sin escalas.
Knox-Johnston (Putney, Londres, 1939) inició el viaje en su Inglaterra natal, descendió a Europa y África por el océano Atlántico y cruzó el cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica), para salir al océano Índico y de allí al mar de Tasmania, hasta enfilar hacia el cabo de Hornos (sur de Chile). Volvió a entrar al océano Atlántico, pasó junto a la isla Trinidad (Brasil) y al archipiélago de San Pedro y San Pablo (también Brasil) y puso rumbo directo a Falmouth. En resumen, la vuelta al mundo.
Todo esto sin tocar tierra, sin la ayuda de los eficaces y comodísimos sistemas de navegación actuales y solo con una radio con la que iba dando noticias puntuales de su ubicación a la organización de la carrera.
Sir Robin, que a sus 79 años sigue siendo un gran apasionado del mar y de los barcos y que continúa navegando con asiduidad, participó hace medio siglo en la primera edición de la Golden Globe Race, una competición organizada por el diario británico Sunday Times y que consistía en dar la vuelta al mundo a vela solo y sin escalas.
De los nueve inscritos en la Golden Globe, solo Knox-Johnston completó la carrera: seis se retiraron, uno tuvo que ser rescatado y otro, el marinero aficionado Donald Crowhurst, protagonista de la película The Mercy, recién estrenada, desapareció en el mar; se cree que se suicidó después de haberse perdido en el océano Atlántico con su barco.
Desde que completó la carrera hasta hoy, sir Robin ha dado la vuelta al mundo en alguna otra ocasión más: en el año 1977 participó en la Whitbread Round the World Race –hoy llamada Volvo Ocean Race– junto a su amigo Peter Blake, y en 1994, también con su inseparable Blake en cubierta, se llevó el trofeo Julio Verne tras circunnavegar el planeta en 74 días, 22 horas, 18 minutos y 22 segundos.
En mayo de 2007, ya con 68 años, finalizó su segunda vuelta al mundo en solitario: fue cuarto en la Regata 5 Océanos. Una empresa que cobra todavía más relevancia y más mérito tras conocer que era 25 años mayor que el más joven de sus rivales en la prueba.
Poco después del estreno del filme The Mercy, Knox-Johnston recibe a BOCAS en el Little Ship Club, el club náutico con más tradición de Londres y del que Robin es actualmente el presidente, a orillas del río Támesis.
Llueve y hace frío, lo cual no es nada extraordinario en la capital británica, y la cita con el marino más conocido y más querido del país es a las tres de la tarde. Salgo con tiempo de casa y llego a la estación del metro de London Bridge y al club náutico con cinco minutos de antelación. La recepcionista del Little Ship Club me mira de arriba abajo y da automáticamente por sentado que ni soy miembro del club ni, mucho menos, marinero. Digo que vengo de parte del presidente y a partir de ese momento todo son sonrisas: me invitan a pasar, me ruegan que espere y que me ponga cómodo en la sala de reuniones mientras me ofrecen un café con galletas para hacer más llevadero el tiempo de espera.
Cuarenta y cinco minutos más tarde de lo estipulado, y ataviado con un traje de color azul oscuro con corbata a juego y camisa blanca, aparece finalmente sir Robin. Tranquilo y sonriente, pero con cara de cierto apuro por la demora, me saluda y se disculpa: “Lo siento mucho, nunca suelo llegar tarde a las citas. ¿Me has llamado? No miro nunca el móvil”, y me da un apretón de manos mientras toma asiento delante de mí en una de las sillas de la sala de conferencias del club y le hace un gesto a la secretaria a fin de que se acerque para pedirle un café con leche con dos azucarillos.
Empezamos así una charla amena, relajada, que se prolonga más allá de una hora y veinte minutos, y en la que hablamos de su vuelta al mundo sin escalas, de su vida en tierra y en el mar, del fallecimiento de su mujer, un hecho que le hizo perder la fe en Dios, y hasta de la política actual en el Reino Unido, un tema que, en el día de hoy, es casi imposible de evitar en cualquier entrevista.
¿Qué hay que tener para realizar una hazaña como una navegación por todo el mundo sin escalas y en solitario? No es solo habilidad como navegante, imagino.
Tienes que tener el deseo, las ganas de hacerlo; y yo tenía todo eso. Chichester [Francis] dio la vuelta al mundo haciendo una parada, así que solo faltaba un reto. Estaba en ese momento de mi vida: tenía 29 años, era capitán de la Marina Mercante, conocía bien el barco, vi cómo era la prueba y pensé: “Oye, creo que puedo hacerlo”. Intenté conseguir patrocinadores y fracasé estrepitosamente, pero no desistí, sino todo lo contrario: tenía muchas más ganas. ¿Por qué hacerlo? Sentí que era algo que no se había hecho y que nunca estaría mejor preparado que en ese momento para hacerlo.
Dice que fracasó en la búsqueda de un patrocinador, pero eso no le echó para atrás. ¿Cómo fue ese periodo de ir llamando a las puertas de las empresas para conseguir quién lo ayudara?
En ese momento estaba trabajando como segundo capitán en un barco de pasajeros. Les pedí a muchas compañías que me patrocinaran, pero cuando finalmente respondían surgía un problema que no había pensado: me enviaban una carta y yo estaba en Mombasa o en cualquier otra parte del mundo, así que nunca acabábamos negociando. A las cadenas BBC e ITV les pedí una cámara para filmar a bordo y me dijeron que no, aunque cuando volví a Inglaterra me criticaron por no haber tenido una conmigo. ¡Pero yo se las pedí!
Se le da admirablemente la navegación en solitario, aunque tiene también un gran historial navegando en compañía. ¿Se encuentra más cómodo, o más libre, navegando solo? ¿Vale también en el mar eso de mejor solo que mal acompañado?
No creo que haya navegado nunca con una mala tripulación. He tenido unas tripulaciones excelentes. ¡Así conocí a Peter Blake! La verdad es que no me importa mucho; de vez en cuando me gusta estar tranquilo, relajado, navegar solo, pero otras disfruto estando con gente.
¿Es usted un hombre solitario en general? ¿Le gusta la soledad?
Soy una de las pocas personas que disfrutan la soledad; que se siente cómodo en ella. Hay muchísima gente que navega en solitario y que no se siente a gusto estando en soledad. Muchos lo hacen porque creen que es lo que tienen que hacer, pero no están cómodos. Yo, en cambio, sí lo estoy.
¿Cómo puede un navegante en solitario sentirse incómodo en la soledad? Porque no consiguen hacer las cosas por su cuenta. Hoy en día nunca estás en soledad, nunca estás solo del todo porque tienes comunicaciones que están siempre encendidas, un teléfono por si hay un problema... Nosotros no teníamos nada de eso hace 50 años. En ese sentido creo que las cosas son más fáciles ahora para los marineros. Puedes ser un navegante en solitario, pero realmente nunca estás solo como lo estábamos nosotros.
Todos los que pasamos tiempo en el mar hemos pasado momentos en los que hemos tenido miedo. A veces ves una ola gigante que viene hacia ti y piensas: ‘¡Mierda, podría estar muerto en cuatro minutos!’
¿Cree que es demasiado fácil navegar hoy en día con los barcos actuales y los modernos sistemas de orientación y de transmisión, tan diferentes de la navegación incierta y, en muchos casos, heroica del pasado, como en la época de los viajes del Cutty Sark?
No creo que fuera heroica; simplemente hacíamos lo que sabíamos hacer. Yo era un marinero, por lo que, para mí, usar un sextante era algo tan corriente como lavarme los dientes cada mañana. Hoy en día todo es muy diferente; se depende mucho del GPS. Es un juego diferente. Ahora también depende mucho más de los patrocinadores: hay que recompensar siempre al patrocinador. Y ese es un problema que yo no tenía. Ahora hay que devolverle al espónsor parte del dinero que ha invertido en ti. ¡Y hablamos de mucho dinero! A mí no me gusta tanto esa parte comercial. Yo salgo a navegar porque me gusta navegar. Todo ha cambiado mucho.
En su opinión, ¿ha cambiado a peor la navegación?
No creo que haya cambiado a mejor o a peor, simplemente es diferente. Todo ha cambiado. Ahora se ha perdido ese sentido de aventura que estaba tan presente cuando lo hice yo. ¿Podíamos conseguirlo? Nadie lo sabía, pero había que intentarlo. Ahora, sin embargo, sabemos que se puede conseguir. Lo único que podemos hacer es ir más rápido. Así que, en ese sentido, el desafío también es diferente.
En la Golden Globe pasó 312 días navegando en solitario. ¿Llegó a extrañar el contacto humano? ¿Tuvo tiempo de aburrirse?
¿De aburrirme? ¡No hay tiempo para el aburrimiento sobre un barco! ¡Estás siempre ocupado! En esos días me pasaba horas y horas navegando, mirando las estrellas. Ahora eso no se hace. Eso me mantuvo ocupado. No olvides que también tienes que reparar el barco. Hoy en día puedes dar la vuelta al mundo en 40 días, por lo que el barco no se daña tanto, no hay tiempo para ello. Sin embargo, cuando estás 312 días en alta mar sabes que vas a pasar mucho tiempo arreglando el barco. Es un juego diferente, no te aburres porque siempre estás ocupado. Cuando te hacías un corte y necesitabas puntos, pero hacía tanto tanto frío que no podías ni usar la aguja, entonces lo que tenías que hacer era pegarte con las manos en la botavara, magullártelas hasta que te salieran moretones, para conseguir usarlas de nuevo y coserte. No siento que fuera algo heroico..., para mí era una oportunidad.
¿No le faltó en ningún momento compañía? ¿No la extrañó?
No lo extraño tanto como el resto de la gente. Estoy tranquilo y cómodo yo solo, y así se evita tener responsabilidades mayores. Eso no significa que no eches de menos el sexo, por ejemplo, por supuesto que sí, pero eso no quita que esté cómodo a mi aire.
¿Un campeón como usted, disfruta simplemente navegando en calma, por el placer de navegar, o tiene que haber un componente de competición o de superación que le sirva de estímulo?
Las dos. Si hay una carrera que sé que va a ser buena me presento, compito y la disfruto. En mi tiempo libre agarro el barco y me voy a navegar. Disfruto el hecho de navegar sin presión. El año pasado vendí mi barco de carreras y me compré uno nuevo, y junto a un grupo de amigos cruzamos el canal de la Mancha. Fue un gran fin de semana; buena compañía y buena comida.
¿Le gusta la vida en tierra o se aburre y piensa siempre en volver al mar? ¿Dónde disfruta más?
¡En el mar! Sin ninguna duda: me siento mucho más cómodo en el mar.
Tiene 79 años, ¿hasta cuándo, hasta qué edad, piensa seguir navegando y, si es el caso, compitiendo?
Navegaré hasta que me metan en el cajón. Amo navegar y explorar, ¿por qué no seguir haciéndolo hasta que pueda? Necesito navegar y la relajación que me da hacerlo.
Algunos marinos mercantes o marinos de barcos de pesca, según me contaba mi abuelo, que era capitán de la Marina Mercante, le tienen miedo al mar. ¿Y usted? ¿Le teme al mar? Todos los que pasamos tiempo en el mar hemos pasado momentos en los que hemos tenido miedo. A veces ves una ola gigante que viene hacia ti y piensas: “¡Mierda, podría estar muerto en cuatro minutos!”. A mí me pasó, pero mi barco sobrevivió. En esos casos no puedes hacer nada, no es como cuando cambias el canal de televisión. Así que la persona que diga que no ha pasado miedo o no es humana o miente. Todos pasamos miedo; el mar puede ser aterrador. No vamos al mar específicamente a pasar miedo, pero sabemos que si emprendemos viajes largos es algo que te puede pasar.
¿Cuántas veces ha pasado miedo en el mar? ¿Auténtico miedo? ¿Miedo a morir ahogado?
Una vez, navegando en el océano Antártico, me topé con una ola de 30 metros y sabía que si me quedaba en la cubierta me iba a llevar al agua, así que me tocó agarrarme y subir al mástil. Era la única solución posible. Otra vez, cuando volvía de la India, el viento soplaba muy fuerte y sentía que nos estábamos yendo hacia la costa y lo único que podíamos hacer era salir del barco y lanzarnos al agua. Son momentos en los que pasas miedo de verdad y en los que piensas: “Dios mío, ¿qué voy a hacer ahora?”.
¿No cree que la gente no respeta en exceso el mar? No se tienen en cuenta las mareas, por ejemplo, y el mar acaba jugando malas pasadas.
Desde luego, y siempre se lo digo a mis tripulaciones: “Hay que tener un poco de respeto y de recelo por el mar”. La gente no lo hace y luego pasa lo que pasa. Hay que tener mucho cuidado.
¿Es usted una persona religiosa? ¿Cree en Dios?
No creo en nada de eso. Sí creía antes, pero cuando murió mi mujer me dije: “Si existiera un Dios, no hubiera dejado que esto ocurriera”. Así que perdí toda la fe que tenía. No puedo justificarlo, no puedo escuchar a todos esos curas diciendo cosas que no están comprobadas. ¿Me estás ofreciendo algo que nadie ha visto? Te dicen que hay un cielo maravilloso ahí arriba esperándote si te portas bien y que les des tu dinero. Pero nadie nunca ha vuelto del cielo y ha dicho: “Oye, que sí, que el cielo está de puta madre”. Pienso mucho más como Stephen Hawking, y creo en la filosofía cristiana. Por ejemplo, los diez mandamientos son excelentes y los necesitamos. Pero ¿cómo podemos pedirles a los jóvenes que obedezcan esos mandamientos sin el miedo de que si no lo hacen irán al infierno? Y la Iglesia no ha encontrado todavía la respuesta a eso.
¿Qué le hizo perder la fe?
La muerte de mi esposa. Cuando murió pensé que si hubiera un Dios ahí arriba ahora no estaría muerta. ¿Por qué se la llevó? ¿Por qué está muerta? ¿Por qué ella? ¿Qué hizo mal? Tenía cáncer. El cura luego dijo que los caminos de Dios son misteriosos, pero eso es una pendejada. Ahí empecé a pensar que quizá no había un Dios, quizá no había alguien ahí arriba. ¿Respeto la filosofía? Claro que sí, por supuesto, respeto todas las religiones. ¿Creo que hay un Dios que dice si has sido bueno o malo? No, para nada.
Ha escrito numerosos libros sobre sus viajes y su vida como navegante. ¿Cuál refleja mejor su pasión por esa vida?
¡Mi próximo libro! Lo estoy escribiendo ahora y creo que saldrá a final de año. Me ha tocado volver a escribirlo porque mi computador dejó de funcionar repentinamente y tuve que volver a empezar. Es mi vida, toda mi vida, en un libro.
¿Y le gustan las novelas sobre el mar? ¿Ha leído, por ejemplo, Moby Dick?
Me encantan. Conrad [Joseph], por ejemplo, escribía mejor en inglés siendo polaco que muchos autores ingleses. Sin embargo, mi género favorito es la navegación durante el Renacimiento, esa época en la que los portugueses empezaron a explorar de verdad, en la que los españoles investigaban en Sudamérica. Me encanta esa época y los avances que se hicieron entonces. Luego llegamos los británicos, como un siglo y medio después, y ahí empezamos a ser los líderes en la navegación. Cuando uno se fija en los viajes que se hacían en el Renacimiento ve que empezaron los españoles y los portugueses. ¡Juan Sebastián Elcano era un tipo genial! Lees sobre estos tipos: Díaz, Cabral, son gente espectacular, equivalente a los que hoy en día se van al espacio. Salían a navegar sin saber dónde iban y tenían que desarrollar metodologías diferentes de navegación porque una vez que pasaban la línea del ecuador no veían la estrella polar.
¿En qué momento decidió que quería dar la vuelta al mundo en barco? ¿Cómo le surgió esa idea? Creo que fue en julio de 1967, cuando vi que regresó Chichester. Ahí empezó todo y ahí empecé a buscar patrocinadores. En marzo del 68 el Sunday Times organizó esta carrera y el propio diario me inscribió, aunque yo realmente nunca me apunté. Es curioso y divertido ver que acabé ganando una carrera en la que no me inscribí.
¿Cómo y cuándo empezó a navegar? ¿Le gustaba el mar, le atraía?
Empecé a construir barcos cuando tenía cuatro años. Estábamos en plena guerra y yo lo que hacía era construir barquitos, lanchas, pero no se mantenían a flote. La primera vez que salí a navegar fue más tarde, ya con ocho años, así que se puede decir que toda mi vida ha sido diseñada por un niño de ocho años. Es un poco patético, ¿no?
Vive en Portsmouth, en el sur de Inglaterra, cerca del mar. Imagino que eso de vivir en la costa para usted es algo innegociable, pero ¿alguna vez se ha planteado mudarse a Londres o a otra gran ciudad?
He vivido en Londres y me gusta. Pero esa no es mi vida: yo debo estar en el mar. Podría tener una casa en Londres, en París o en otra ciudad, pero la mitad de mi tiempo lo pasaría en el agua. Vivo cerca de la oficina, a la que voy alrededor de tres o cuatro días por semana y en la que trabajo con un grupo de personas muy eficientes.
Lleva navegando por todo el mundo durante medio siglo. ¿Hay algún lugar que recuerde con especial cariño o emoción y algún sitio en el que no haya estado y se lo haya puesto como objetivo?
Tengo que ir a la Polinesia, nunca he estado allí. Recuerdo con mucho cariño la costa este de África, Tanzania, el canal de Mafia y Groenlandia, a la que este año volveré por quinta vez. ¿Has estado? Es precioso, no hay nadie, el lugar se mantiene intacto, es virgen. La gente dice que Escocia es muy virgen, pero no se puede comparar.
¿Y conoce Sudamérica? ¿Ha viajado por allí?
La verdad es que no mucho. He estado en Montevideo, en Buenos Aires, en Río Gallegos, en Ushuaia, en Río de Janeiro, en Salvador de Bahía... Mis experiencias han sido maravillosas: Chile, Argentina, Uruguay, Brasil... Me falta ir a Colombia, tengo ganas de conocer Cartagena. El potencial que tiene Sudamérica es enorme, la gente es maravillosa, y se ve que un día esos países van a ir para adelante de verdad. ¡Ah! También estuve en La Habana. ¿Has estado en Cuba? Yo he ido unas cuantas veces. ¡Es un sitio precioso, maravilloso! Estuve hace muchos años, cuando estaba empezando a desarrollarse y pensé: “Por Dios, Castro, deja que vengan los cruceros estadounidenses y coge sus dólares”. Castro no lo hizo todo mal; de hecho, hizo muchas cosas bien: hay un médico por 500 habitantes, un ratio mucho mejor que el de Estados Unidos o Reino Unido. Pero piensa: si llegan 300.000 turistas estadounidenses y se gastan 100 dólares al día, tienes un millón diario que va directamente a la economía cubana.
Ha pasado más de media vida en un barco. ¿Guarda alguna anécdota curiosa de alguno de sus viajes? Una vez me tuve que enfrentar a un tiburón con un rifle. Estaba en el agua reparando el barco y apareció de la nada un tiburón que empezó a dar vueltas a mi alrededor, pero como no podía salir porque tenía que terminar con los arreglos se me ocurrió lanzar al agua un rollo de papel higiénico y el tiburón, que pensó que era carne, se fue a por él, por lo que en cuanto asomó la cabeza le disparé.
¿Aprovechó, al menos, la carne del tiburón?
No, lamentablemente se fue directamente al fondo del mar. Aunque llevaba muchas latas de conserva, también me tocó pescar para comer. Pesqué doradas, atunes, peces voladores. ¿Ha probado la dorada? La pones en la plancha con un poco de aceite de oliva, sal y chile y queda deliciosa.
¿Cómo ve el mar desde la primera vez que lo navegó? ¿Nota más contaminación en el agua?
En algunos sitios sí se nota más esa contaminación. Ahora usamos mucho más plástico; hace 65 años empleábamos madera, metal y todo ello se iba al fondo del mar. El plástico en cambio flota... Pero la inmensa mayoría de esa contaminación viene de tierra firme, no de los barcos. Tenemos que parar de usar tanto plástico. Las tortugas, por ejemplo, que comen medusas, se lanzan directamente a por los plásticos pensando que es alimento. Y eso es enormemente grave.
Vivió muy joven en la India y en el Reino Unido, y ha experimentado de primera mano la multiculturalidad. ¿Cree que es algo que se está perdiendo hoy en día, especialmente en Gran Bretaña?
Creo que no; somos mucho más multiculturales ahora que cuando era pequeño. Es cierto que hay muchos que lo rechazan y no les gusta, pero los que dicen eso son imbéciles por naturaleza. Todos en el mundo somos iguales, ¿qué más da el color de piel? Tenemos muchos idiotas en nuestro país, y más en estos momentos tan complicados. El referéndum (sobre el brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea) fue una protesta contra el Gobierno central, contra David Cameron (el entonces primer ministro). La gente estaba cansada y votó en contra porque el Gobierno estaba a favor de la permanencia. Yo voté a favor, pero sé que hicieron una campaña muy mediocre y perdieron.
Usted se ha definido siempre como conservador y ha dado su voto a los tories. ¿Qué opinión tiene de la primera ministra, Theresa May?
La respeto mucho. Ha encauzado un poco el rumbo del país, que estaba a la deriva. No es una mujer que lidere a las masas y que las emocione, y trabaja más bien en la sombra. No es comparable, por ejemplo, con Donald Trump. Aunque Trump es alguien muy interesante: ha hecho todo lo que dijo que iba a hacer, y ahora no tiene miedo de empezar una guerra comercial. Hitler y Mussolini tuvieron éxito con las masas e hicieron promesas y políticas importantes, similares en cierto sentido. No sé si alguien como Trump tendría éxito en Europa. Desde luego, espero que no.
En 1995 fue nombrado por la reina Isabel II Caballero de la Corona Británica. ¿Qué supuso ese nombramiento para usted? ¿Qué implica ser un sir? Es como el don que se dice en España y Latinoamérica, ¿no? Está muy bien, es un reconocimiento a todo lo que he logrado, a toda mi carrera. Sin embargo, lo mejor de todo es que cuando a uno lo hacen sir, a su mujer la hacen lady. La persona que ha estado contigo toda la vida, la que te ha apoyado, empieza a ser conocida como lady Knox-Johnston, y eso me gustó mucho más que mi propio nombramiento. Pero la gente no me llama sir Robin, todos me llaman simplemente Robin.
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