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  • Foto del escritorJorge Peris

Yo soy el Cristóbal Colón número 20

Actualizado: 30 abr 2022

Entrevista para la Revista BOCAS con Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel, descendiente directo del descubridor de América.


Foto: Edward Córdoba

Es almirante y adelantado mayor de las Indias, duque de Veragua y marqués de La Jamaica. Estos son sólo tres de los varios títulos nobiliarios que ostenta Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel. Sin embargo, y como se puede adivinar por su nombre imponente y sus llamativos apellidos, todo el mundo lo conoce por ser el descendiente directo de Cristóbal Colón, el descubridor de América.


Este Cristóbal Colón (Madrid, 1949), el vigésimo heredero del almirante que partió en agosto de 1492 desde el Puerto de Palos, al suroeste de España, con dirección a lo que resultó ser el Nuevo Mundo, es también académico de la Real Academia de Historia, miembro de la Real Asociación de Hidalgos, socio de honor de la Real Liga Naval Española, académico de honor de la Real Academia de la Mar y de la Academia de la Hispanidad y –entre otros títulos un poco más exuberantes– miembro honorario de los Knights of Columbus, Grand Marshall del Pasadena Tournament of Roses, del Columbus Day en Nueva York y del Festival de Globos Aerostáticos de Nuevo México. Un currículum, más que reseñable, que pone de relieve el fuerte poder de antaño de su estirpe: la de los Colón.


Después de varios meses buscando la forma de contactar con él, a través de amigos y conocidos, un viernes de abril, a última hora de la tarde, recibí una llamada al celular procedente de un número desconocido: “Hola, soy Cristóbal Colón de Carvajal y Gorosábel. Tengo entendido que me quiere hacer una entrevista”, dijo la voz al otro extremo del aparato.


Siempre digo que el Cristóbal Colón 20 y el duque de Veragua. Han pasado 20 generaciones desde el almirante. Por cierto, yo también soy almirante de las Indias y también tengo ese título


Un par de días antes, y prácticamente como último recurso, envié a la Real Liga Naval Española un correo electrónico con mis datos personales y una pequeña explicación en la que mostré mi interés en entrevistar a uno de sus socios de honor.


En aquella llamada inesperada, Colón de Carvajal y yo acordamos intercambiar correos y concretar un día de las semanas siguientes para sentarnos y charlar. Antes de colgar el teléfono, me dijo que, si iba a escribir sobre él, no me fiara de lo que aparece en internet, puesto que hay “mucha mentira y mucho ‘fake news’”, y que, si me parecía bien, me iba a hacer llegar en esos días una suerte de currículum suyo.


No falla a su palabra y pocos días más tarde, a la hora del almuerzo, una notificación de mi celular me informa que tengo un nuevo correo en mi bandeja de entrada procedente de Cristóbal C. de Carvajal con el título: ‘Currículum breve’. En el documento, de una página, titulado ‘Datos biográficos del Excmo. Sr. D. Cristóbal Colón de Carvajal, duque de Veragua’, cuenta en tercera persona su relación con el navegante, los títulos que ostenta, los actos a los que ha asistido en representación de España y sus aficiones, y narra también que está casado con doña Isabel de Mandalúniz, marquesa de Taurisano, con la que tiene dos hijos varones, uno de ellos llamado también Cristóbal Colón.


La cita con el descendiente del almirante es una mañana de un jueves primaveral en la terraza de una cafetería del centro de Madrid. Llega puntual, exactamente a las 11:30, vestido con un traje azul oscuro, corbata a juego, pasador de corbata de estilo japonés -“regalo de un viaje que hice hace tiempo”, me cuenta-, camisa azul cielo con gemelos y zapatos negros de borlas. Se presenta como “duque de Veragua, almirante de las Indias y marqués de Jamaica” mientras me da un fuerte apretón de manos que deja entrever en la muñeca contraria un reloj Rolex dorado.


Si nos fijamos, el hecho que más ha cambiado, el que más ha influido en la historia de la humanidad, ha sido el Descubrimiento de América

Luce cabello elegantemente canoso, peinado hacia el lado izquierdo y posee maneras refinadas, y antes de sentarnos en la cafetería, le sugiere al fotógrafo que demos un pequeño paseo por el vecino Parque del Oeste para aprovechar la luz del sol y tomar las instantáneas pertinentes.


Después de media hora de posados para la cámara, regresamos a la terraza, pedimos dos cafés y agua del grifo para dos e iniciamos una charla amena y relajada que se prolonga más allá de la hora y cuarto, y que sólo es interrumpida en dos ocasiones, una por el camarero, que trae los cafés en la bandeja, y otra por el vendedor del baloto, que nos anima a comprar un décimo para hacernos millonarios… sin éxito.


¿Cuál es su parentesco con Cristóbal Colón, el navegante?

Antes de nada, y para no hacerle un lío a la gente, cuento que, aquí en España, a las personas que tienen títulos nobiliarios se les cuenta por su número de poseedor. Yo, por ejemplo, soy el 18 duque de Veragua. Sin embargo, en uno de mis viajes a América me di cuenta de que allí la gente no sabe quién es el duque de Veragua, pero sí conoce a Cristóbal Colón. Y si yo decía que era el 18 duque de Veragua automáticamente creían que era el decimoctavo Cristóbal Colón. Eso no es verdad: yo soy el Cristóbal Colón número 20, contando al descubridor como número uno, claro está. A partir de ese viaje, siempre digo que soy el Cristóbal Colón 20 y el duque de Veragua. Han pasado 20 generaciones desde el almirante. Por cierto, yo también soy almirante de las Indias y también tengo ese título.


¿Tiene usted su misma pasión por el mar?

Eso es algo muy curioso, ya que ahí tengo un paralelismo muy grande con mi antepasado: él comenzó a navegar cuando tenía 14 años y yo a los 15. En mi familia no ha habido una tradición grande de marinos. Mi padre sí lo fue, pero mi abuelo no: él fue oficial de caballería; y tuve antepasados que eran ganaderos de toros bravos, terratenientes… Marinos ha habido pocos. Yo ya casi no navego; sólo lo hago en verano, en La Coruña, donde tengo un barquito.


Su padre (que murió en un atentado terrorista de ETA en 1986) también se llamaba Cristóbal, al igual que uno de sus hijos. ¿Es una forma de perpetuar el nombre Cristóbal Colón?

En cierta medida, aunque no siempre ha sido así. El nombre de Cristóbal no ha estado presente en todas las generaciones. En la mía, por ejemplo sí, y en la siguiente, ya que uno de mis hijos se llama Cristóbal. A él le pasarán los títulos de duque de Veragua, marqués de La Jamaica y almirante y adelantado mayor de las Indias.


Además de usted y sus hijos, ¿cuántos descendientes de Colón siguen hoy vivos?

Sinceramente, creo que hay muchos, ya que el árbol de los descendientes de Colón es bastante frondoso. Tiene unas rama principal, que es de la que yo vengo y soy cabeza, y otras más secundarias. En la rama principal se ha mantenido la tradición del heredero y los títulos, que son los que vienen del Descubridor y que luego le dieron a su hijo y a su nieto.


¿Qué supone en su día a día llevar el apellido Colón? Imagino que la reacción de la gente será de sorpresa cuando descubren que es descendiente del famoso navegante.

Digamos que ya estoy acostumbrado a este papel desde hace mucho tiempo. Para mí es algo natural, convivo con ello y no le doy más importancia. Cuando me levanto y me miro en el espejo, me veo como usted se ve en el suyo. Luego, con los amigos que ya te conocen no hay problema alguno; y a la gente extraña les llama un poco la atención y te preguntan quién eres, que cómo es tu familia… pero no hay mayor problema.


¿Qué siente al ser descendiente de una de las personas más importantes en la historia? ¿Está orgulloso de llevar el apellido Colón?

¡Clarísimamente! Cristóbal Colón es la persona más importante y la que hace la hazaña de más relevancia para la historia de la humanidad. Es más, ya en el siglo XVI, muy poco después del fallecimiento de mi antepasado, hubo una historia de las Indias que escribió López de Gómara, en la que dijo que “la mayor hazaña después del nacimiento y muerte de Jesucristo, nuestro Señor, es el descubrimiento de las Indias”. Y es realmente así. Si nos fijamos, el hecho que más ha cambiado, el que más ha influido en la historia de la humanidad, ha sido el Descubrimiento de América. Dicen, por ejemplo, que llegar a la Luna fue una hazaña; y sí, lo fue, pero, ¿qué cambió en la vida de las personas? Nada.



Entonces, ¿en qué lugar de la historia colocaría a su antepasado? ¿Al nivel, por ejemplo, de Da Vinci o de algún otro artista o inventor?

Muy por encima. Analizando todos los aspectos, uno se da cuenta de cómo esto cambió la vida, no solo para los habitantes del Nuevo Mundo, sino también para las personas en Europa, Asia e, incluso, África. Por dar, simplemente, un dato: a partir del Descubrimiento, España, Europa y China vivieron una época de esplendor enorme; y eso fue gracias a cambios en la alimentación, una mejora económica, un crecimiento de los intercambios comerciales.


Se habla de que nació en Génova, en Galicia, en Sevilla, en Grecia, en Chipre. ¿Qué teoría tiene usted sobre el origen de su antepasado?

Soy muy respetuoso con todas las personas que han investigado el origen de Colón para llegar a todas esas teorías. Es un tema que yo, de forma intencionada, dejo para los historiadores. No puedo decir si es de aquí o de allá, como si tuviera una varita mágica. No obstante, no hay que perder de vista la teoría principal acerca de su origen: el Colón genovés, que es la que mantienen los historiadores.


El tema de sus restos es otro que ha dado mucho que hablar: hay varias teorías y se habla de Santo Domingo, La Habana, Sevilla… ¿Dónde cree que está enterrado su antepasado? Cristóbal Colón es un personaje que sorprende porque, aparte de sus cuatro viajes al Nuevo Mundo, hizo uno más después de muerto. Él murió en Valladolid el 20 de mayo de 1506, y desde allí fue trasladado a Sevilla, a la Cartuja de las Cuevas. Más tarde, en cuanto estuvo lista la Catedral de Santo Domingo, el emperador Carlos I le concedió el privilegio de ser enterrado en dicha catedral, que fue utilizada como panteón familiar, solo para los descendientes directos. Ahí fueron llevados Cristóbal Colón y su hijo Diego hasta que se firmó el Tratado de Madrid, en el que se perdió la parte que nos correspondía de la isla de La Española, que pasó a manos francesas. En ese momento, los restos de Colón se llevaron a la Catedral de La Habana, pero después de la guerra hispano-americana de 1898, estos se trajeron a Sevilla y se enterraron en la catedral. Así que fue un viaje más de ida y vuelta. Sin embargo, en 1870 o 1880, mientras hacían unas obras de remodelación en la Catedral de Santo Domingo, se encontraron unos restos que habían permanecido hasta ese momento ocultos debajo del sitial que tenían para el obispo: hicieron una cata y encontraron una tumba oculta, donde aparecieron los que pueden ser los auténticos restos de Cristóbal Colón. Ahí surge la dualidad de la posibilidad de que los restos del Descubridor estén en Sevilla o en Santo Domingo. Recientemente hicieron unas pruebas de ADN de los restos “españoles”, pero los de Santo Domingo nunca se han analizado. A día de hoy seguimos manteniendo una cierta incógnita con respeto a lo que hay. Los restos de Santo Domingo, eso sí, están en un monumento fastuoso, que es el Faro a Colón: una pirámide moderna descomunal, con 180 metros de largo y 80 de ancho.


¿No cree que América tendría que haberse llamado Colombia, por su antepasado, en lugar de América, por Américo Vespucio?

Sin ninguna duda. Es una paradoja de la historia, como hay otras muchas. Realmente, todo esto se debió a un error del cartógrafo Waldseemüller cuando estaba editando una nueva edición de la geografía de Tolomeo. De esa obra, conocida en la época de Colón, se hizo una edición en 1475, creo recordar, que se tradujo al latín y tuvo una muy buena difusión por toda Europa. Fue una obra fantástica, que tuvo un gran predicamento y fue reproducida varias veces. Y, con motivo de una edición de 1508, o por ahí, Waldseemüller incluyó la existencia del Nuevo Mundo, que ya se conocía por la Carta de Colón. Eso sí, lo incluyó por las noticias que le dio Américo Vespucio y, de forma impropia, lo llamó ‘El Mundo de Américo’.


¿Ha estado en Colombia?

Lamentablemente no he estado nunca en Colombia, pero sé que es el país más próximo al nuestro en cuanto a idioma y filosofía de la vida.


Según me ha contado, sí ha estado en otros países de Latinoamérica. ¿Cómo es el recibimiento que le brindan? ¿Cómo reaccionan cuando están delante de Cristóbal Colón?

Mire, el tema que se plantea ahora con estos asuntos de la historia tiene dos niveles: hay una parte en todas las sociedades, que es una parte culta, que no se puede engañar con mentiras y que conoce la historia, y otra que es inculta, que es manipulada y a la que se le puede convencer de lo que sea. Yo jamás he tenido un problema con las élites de los países, ya que entienden perfectamente la cuestión: a ellos no se les puede engañar tergiversando la historia. Sin embargo, hay otra parte que es fácilmente manipulable, y eso es algo que sucede hoy en día: si se fija, detrás de las voces que estamos escuchando con todos estos movimientos no hay nunca ningún historiador.


¿Qué fue lo que llevó a Colón y a España a hacer el viaje a América?

Le lleva su idea de alcanzar los lugares de Asia, de Oriente, de China y de Japón, de los que provenían una serie de productos que eran muy apreciados en Europa. Sin embargo, en lugar de hacer la ruta a través del Estrecho de Ormuz y por tierra, que encarecía muchísimo los productos, Colón lo hizo directamente por mar. Era un proyecto que tenía detrás una necesidad económica. Él buscaba llegar a Asia y traer las especias, que eran completamente necesarias. ¿Qué fue lo que ocurrió? Que había un error en la distancia que había entre un sitio y otro. No era un error de Colón sólo, ¡ni mucho menos! Nadie había medido la Tierra en el siglo XV; y cuando hicieron el viaje no podían sospechar que había un continente por el medio que impedía el paso.


En su opinión, ¿qué supuso el Descubrimiento para los pueblos de América?

El Descubrimiento para los indígenas americanos que estaban allí supuso entrar en contacto con un mundo y unas personas totalmente nuevas. Todos los procesos de aculturación tienen sus ventajas y sus inconvenientes, pero nosotros, que hemos pasado previamente por unos procesos similares en las épocas de los romanos y de los árabes, sabemos lo que conlleva. Para los habitantes de América de entonces supuso un cambio en su vida diaria; en muchos de ellos sustancial, como es el caso de los indígenas de México: allí existía un régimen en el que los aztecas dominaban a una serie de pueblos sojuzgados, y, para estos, la llegada de los españoles fue una bendición, ya que rompieron completamente con el sistema represivo. Si no, no se entendería cómo 500 hombres llegaron a un país con una gran población y un imperio detrás, el azteca, y lo desmontaron en nada de tiempo: solo se entendería con la participación de los pueblos sojuzgados. ¿Qué sucedió en otros lugares? Pues un poco de lo mismo. Muchos de los que están en contra de Colón y del Descubrimiento siguen una teoría que es la del “buen salvaje”. Dicen que aquello era el paraíso terrenal y que todos vivían maravillosamente, con colgantes de oro y demás. Eso no es verdad: había esclavitud y había de todo. Desde el 20 de junio de 1508, después de la aprobación de la Real Orden, los españoles tenían prohibido esclavizar a los indios, en la que fue una norma que también se aplicó para que los propios caciques no esclavizaran a nadie de su entorno.


Mucha gente en Latinoamérica y Norteamérica reniega abiertamente de la llegada de Cristóbal Colón y los españoles, y un gran número asegura que habrían preferido ser conquistados por los ingleses.

La gente no quiere darse cuenta de lo que ha pasado en sus países y echa la culpa de sus problemas actuales a los no participantes. De hecho, el tema fundamental es que en el momento de la emancipación de los países latinoamericanos, en 1812-1814, el nivel de muchas ciudades de Hispanoamérica era superior al de las urbes españolas y europeas. Me refiero a nivel de ordenanzas municipales, de limpieza, de riqueza, de monumentos… ¿Qué sucedió después? En aquella época, las ciudades españolas estaban a mayor nivel que las colonias inglesas en América, lo que hoy en día es territorio de EE.UU. Entonces llegó la Revolución Industrial, en la que Hispanoamérica perdió el tren. Ahí EE.UU. se desarrolló más rápido; aunque lo hizo en el último siglo, ya que antes no era así. Sin embargo, la gente por la calle dice que les hubiera ido mejor con los ingleses… Si uno se fija y ve cómo están los indios en Norteamérica puede apreciar que quedan muy pocos, puesto que, prácticamente, fueron exterminados, mientras que en todos los países de habla hispana siguen existiendo. Además, hay que considerar una cosa: en la época en la que España instaura las leyes contra la esclavitud, en Europa todavía seguía existiendo, y no desapareció hasta 1865 o por ahí. España también prohibió quitarles tierras a los indios, en el que era un sistema legal que tenía el tutelaje del virrey de la localidad y de los gobernadores.


El tema del Descubrimiento ha vuelto a estar en boga en los últimos años, sobre todo por ese movimiento ‘anti-Colón’ en EE.UU. De hecho, el año pasado retiraron en Los Ángeles una estatua de su antepasado y la ciudad suprimió la fiesta del Día de Colón.

Hay una cuestión muy clara y que mucha gente no sabe: Cristóbal Colón nunca estuvo en Estados Unidos. Los españoles no estuvieron nada más que en la parte sur diagonal, desde el Golfo de California para abajo. Precisamente ahí, en Nuevo México y Texas, es donde se preservan indios; en el resto del país, no. ¿Qué sucedió? Eso hay que repasarlo en los libros de historia y ver qué ocurrió.


¿Por qué cree que se ha desarrollado ese sentimiento en EE.UU.? Hace no mucho un concejal en Los Ángeles afirmó que la estatua de Colón “reescribe un capítulo manchado de la historia que da una visión romántica de la expansión de los imperios europeos y la explotación de los seres humanos y de los recursos naturales”.

Es una manipulación de la historia. Vamos a ver: usted ha vivido un tiempo en España y sabe que es una nación por la que han pasado varios imperios de forma sucesiva, entre ellos los romanos. ¿Ha conocido a algún español que les eche la culpa a los romanos de las desgracias que nos puedan pasar hoy en día? Nosotros, los españoles, estamos muy orgullosos del paso de los romanos por nuestro país: nos dejaron una lengua, el derecho, una organización, obras de infraestructura muy importantes, calzadas, puentes, acueductos… Nadie aquí está en contra de los romanos; y eso que nosotros teníamos oro y unas minas de plata riquísimas. Creo que existe una manipulación de la historia para echar las culpas a otro de una situación que se quiere ocultar.



Entonces, ¿niega usted que el Descubrimiento fuera una masacre y que Colón fuera un genocida, como muchos dicen en América?

Eso es una falacia. ¿Qué interés iba a tener España en exterminar a los indios? ¡Si no se podían quedar con las tierras porque las Leyes de Indias las protegían! Piense, por ejemplo, que el descubrimiento para paliar, en cierta medida, la malaria venía de un producto que se llamaba la quina, que se introdujo en Europa gracias a que los indios se lo enseñaron a los españoles. Usted sabe que en Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú hay indios para dar y regalar.


España no se ha pronunciado sobre el tema. ¿Qué le parece que desde España no defiendan el nombre de Colón?

Perdone, pero no es defender el nombre de Colón: es defender el nombre de España. Cristóbal Colón no estuvo nunca en EE.UU., así que hablamos de la obra de España. Sin embargo, me parece sorprendente, y no sé por qué no se dice nada.


Hasta el presidente mexicano, Andrés López Obrador, ha hablado sobre el tema últimamente: dice que España ha de pedir perdón por la conquista. ¿Qué opinión tiene al respecto?

Eso es populismo en estado puro. Ni más ni menos. Yo creo que las élites cultas del propio México no les dan mayor importancia a esas palabras. Me parecería tremendamente injusto que España pidiera perdón. Hoy en día nosotros también podríamos pedir perdón por el exterminio de aborígenes en Australia. ¿Por qué? Porque pertenecemos a la raza humana, nada más.


¿Ha leído el libro Las venas abiertas de América Latina, del escritor uruguayo Eduardo Galeano? En ese ensayo el autor tiene una visión muy negativa del Descubrimiento.

No lo he leído, pero le puedo asegurar que no lo voy a leer. Mire, la tergiversación de la historia la puede hacer hoy en día cualquiera, ya que es muy fácil acceder a los medios de comunicación. Lo que me preocupa es que la gente haga caso a cualquier tío que pasa por ahí. Estamos acostumbrados a una cantidad ingente de noticias falsas, a los fake news. Esto es algo semejante. La gente, en lugar de coger un libro de un historiador solvente, recurre a cualquier cosa; y a mucha de esa gente le gusta ser engañada: sabe que está siendo manipulada y no hace lo más mínimo para salir de ahí.


Existe una leyenda en Latinoamérica, que ha llegado a ser una canción popular conocida por muchos, y que habla sobre el supuesto romance entre Cristóbal Colón e Isabel ‘la Católica’. Es completamente falso. Ella tenía una moral muy recta, y eso, dentro de las costumbres de la época, hubiera sido imposible. Lo que sí es cierto es que Colón siempre consideró a la reina Isabel como su protectora, ya que era una persona que tenía un gran sentido de la moral y de la ética. En España no se oyen esas canciones. No obstante, sí se habla de una relación con otro personaje de la corte: doña Beatriz Bobadilla. Resulta que Colón pasó por la isla de La Gomera en un par de sus viajes, y se decía que tuvo una relación con ella. Lo que es cierto es que con quien doña Beatriz sí había tenido una relación era con Fernando ‘el Católico’. Por eso, la reina mandó a Beatriz de Bobadilla, que era una dama en la corte, lo más lejos que encontró; y lo más lejos era La Gomera. Ahí era donde Colón hacía escala en sus viajes.


POR JORGE PERIS

FOTOGRAFÍAS EDWARD CÓRDOBA 

REVISTA BOCAS EDICIÓN 86 . JUNIO - JULIO DEL 2019

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