SoHo visitó en Londres a Paul Hunn, un contador inglés que tiene un récord Guinness que no todo el mundo admira: eructa más duro que cualquier otro ser humano. ¿Cómo vive el hombre que puede rugir como una Harley Davidson?
Paul Hunn tiene un don. Es cierto que ese talento tan suyo es ciertamente desagradable, pero no deja de ser un don. Paul Hunn eructa. Y lo hace muy, muy alto, exactamente a 109,9 decibelios. Produce un sonido similar al de una sierra eléctrica o al de una motocicleta de gran cilindrada. Desde agosto de 2009, este londinense de 46 años tiene en su haber el récord mundial del eructo más potente del mundo.
Su relación con los eructos viene de atrás. Cuando era pequeño, Paul alardeaba en el colegio de su innata capacidad de rugir, pero le resultaba imposible adelantar que ese iba a ser su pasaporte a la fama. “Sí, es algo que ya hacía cuando era adolescente, y luego se supone que tienes que crecer y madurar, pero yo seguí haciéndolo”, cuenta.
Todo empezó hace 15 años, después de que su hermano escuchó en un anuncio que Capital Radio, una de las emisoras más importantes del Reino Unido, buscaba al inglés capaz de eructar más alto, un talento ciertamente particular. Pese a sus reticencias iniciales, Paul se presentó. Y ganó, obviamente. Tras pasar una ronda preliminar sin excesivos aprietos, derrotó en la final a dos mujeres y a un hombre para hacerse con esta sorprendente y un tanto maleducada corona.
Después de intercambiar varios correos, Paul y yo quedamos en vernos un jueves a la salida de su oficina. Trabaja desde hace casi 30 años en el departamento de contabilidad de un bufete de abogados, pero esto no le ha impedido seguir eructando y formar parte, año tras año, del libro Guinness de los récords.
Tomo el metro y un tren para llegar hasta Enfield, uno de los muchos pueblos que la ciudad de Londres ha ido fagocitando debido a su incontrolable expansión en los últimos años. A las 5:00 en punto, haciendo gala de mi puntualidad inglesa, toco el timbre y me recibe Paul. Me estrecha la mano, me invita a entrar y me ofrece una taza de té.
Tardo unos segundos en darme cuenta de que es él. Lo había visto regoldando —como también se dice en español— en videos de YouTube y en televisión, pero nunca con un look tan formal… y profesional. No esperaba que me recibiera con un eructo, pero tampoco con traje y corbata.
Me pide que lo espere un par de minutos mientras apaga el computador y busca una sala para la entrevista. Cuando estoy echando un vistazo al lugar, típicamente inglés, la secretaria se acerca y me pregunta:
—¿Lo puedo ayudar en algo, caballero?
—No, señorita, no se preocupe. Estoy aquí para ver a Paul.
—A Paul Hunn, por su récord, ¿no? Son un poco asquerosos esos eructos…
“La mayoría de mis compañeros sabe del récord”, me cuenta, riéndose, mientras nos dirigimos a una sala de conferencias. “Excepto uno o dos que creen que es repugnante, ellos lo ven como algo divertido. A los jefes no les importa, siempre y cuando no mencione el nombre de la empresa en las entrevistas”.
El verdadero momento de gloria de Paul llegó en 2010, cuando demostró su don en el programa Gran Bretaña tiene talento, uno de los más vistos del país. Allá se presenta gente que va a cantar, a bailar, a lanzar cuchillos, a hacer trucos de magia… y Paul fue a eructar. El video de su show tiene más de dos millones de reproducciones en internet. En él se ve que Simon Cowell y los otros dos jueces, con un claro gesto de desaprobación, apenas le dan tiempo para demostrar su... ¿talento? Y lo descartan después de solo dos eructos, que, por cierto, ni siquiera fueron de récord. El público, totalmente rendido a sus pies, lo despide entre aplausos. Han pasado cinco años y todavía hay gente que lo reconoce en la calle gracias a ese momento.
Mientras me explica la técnica —no comer nada ese día, flexionar las rodillas, bajar la espalda, coger mucho aire y tomar bebidas con gas para evitar el dolor de garganta—, intento eructar como él. Pero nada de nada: me sale un sonido que, aunque para muchos sería campeón, ante el verdadero campeón no es más que un eructito de bebé.
“Espera un momento, voy a ver si queda gente en la oficina y te hago una demostración”, me dice mientras inspecciona el lugar. “Me cambio en un momento y lo hago”. Paul extiende sobre la mesa todos sus diplomas autentificados por los delegados del libro Guinness. Luego, se quita la corbata y se desprende de la camisa para ponerse una camiseta blanca, su camiseta de campeón. “Burper King”, reza en la parte delantera, con un logo que imita el de la cadena de comida rápida Burger King. Me explica que es un juego de palabras entre “burger” y “burper”: “burp” es la onomatopeya que en inglés significa eructar: “burper” es, entonces, el “eructador”. “Se me ocurrió un día y a la gente le hacía gracia; no sé si a ellos les gustará estar asociados con una persona que eructa tanto... todavía no han protestado”.
Paul toma aire durante tres o cuatro segundos y suelta un eructo que hace temblar los cimientos de la oficina. Estoy en shock. Nunca había escuchado algo así. Yo hago gala de los míos en cenas familiares y con amigos, pero este es un eructo de primera división. Me siento. “Paul, estoy impresionado, eres un héroe”, le confieso.
La primera vez que ganó el récord Guinness, se lo arrebató a un estadounidense. Ese día alcanzó los 118,1 decibelios, porque eructó directamente sobre la máquina que registra el sonido. Por alguna razón, dos o tres años después cambiaron las reglas y decidieron que todas las pruebas con sonidos debían hacerse a 2,5 metros de distancia. Tuvo que repetirlo y ahora está en ‘solo’ 109,9 decibelios.
Contable de lunes a viernes, de 9:00 de la mañana a 5:00 de la tarde, y eructador a tiempo parcial, Paul asegura que está “siempre preparado”, pues los del Guinness no le avisan si alguien le quita el récord. “Una vez me enteré de que un tipo en Italia me había ganado, así que avisé rápido a los jueces y recuperé mi corona”, comenta. “Ese día, como siempre que intento superar un récord, dejé el estómago vacío para que resultara más fácil coger aire. Hay gente que dice que eso puede producir úlceras, pero los médicos me han confirmado que no pasa nada. Lo único negativo es que el estómago se llena de aire y la otra salida del cuerpo, ya sabes cuál, lo sufre”, concluye entre risas.
Lo que empezó como una broma de juventud acabó con este inglés entrado en carnes haciendo exhibiciones en los cinco continentes. “Recuerdo cuando recibí una llamada del programa de Jay Leno, me pidieron que fuera a actuar. ¡A mí, que actuara! Todavía no me lo creo”. Además de llevarlo a Estados Unidos, el don de Paul lo ha puesto a eructar en Japón, Austria, Italia y Alemania. Eructa en televisión, en bares, en programas de radio, en la calle… pero no en su casa, ya que a su mujer, Leyla, no le hace ninguna gracia. En cambio Leah, su hija de 11 años, lo encuentra divertido.
Aficionado del Arsenal y apostador empedernido, este inglés, que asegura que lucirá orgulloso su camiseta en la clase de boxeo que tiene después de la entrevista, ya se prepara para su próximo objetivo: batir su propio récord, pues los Guinness los renuevan cada año. “Estoy preparado y con mucha confianza”, me cuenta. Y con esa seguridad en sí mismo, se despide con un melódico, aunque grotesco, “Adióooooos, SoHoooooo”, pronunciado entre eructos.
Comments