El proyecto del colombiano César Daza pretende acercar a ciegos y sordociegos al deporte rey a través de las manos. Reportaje para Panenka desde Bogotá.
''No me escogieron ustedes a mí, sino que yo les escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre'' (Juan 15:16).
Las paredes de la oficina de César Daza, ubicada en el norte de Bogotá, están repletas de versículos de la Biblia. César, de 42 años, un hombre con un profundo carácter religioso, las mira, las lee y, aunque se las sabe de memoria, las repite cada día que pone pie en su fundación, Sin Límites SC.
La fe en Dios es un pilar fundamental en la vida de César. Asiduo a la iglesia cristiana El Lugar de Su Presencia, a la que acude también su inseparable amigo José Richard, el aficionado sordociego con el que saltó a la fama después de que un vídeo de ambos en el estadio El Campín se 'viralizara', César asegura que esos versículos se los regaló Dios para que él "se los diera a los demás".
"Son versículos que Dios me regaló antes de empezar con el proyecto. Todos los versículos de la Biblia que están plasmados en las paredes de la fundación están ahí porque Dios me los regaló a mí para dárselos a los demás. Me apasiona leerlos todos los días", me explica.
En el famoso vídeo, de no más de cuatro minutos de duración y que en poco tiempo llegó a ser visto por millones de personas, César, seguidor incondicional de Independiente Santa Fe, ayuda a José, hincha acérrimo del rival capitalino Millonarios, a seguir en vivo un partido de la liga colombiana gracias a una tabla de madera con forma de campo de fútbol.
"A José lo conocí en una reunión de personas sordociegas. Tuve la oportunidad de interpretarle y nos volvimos grandes amigos. En más de una ocasión me habló de su gusto por el color azul de Millonarios, el color que más recordaba antes de perder la vista. En una conversación sobre sus gustos futbolísticos me dijo que nunca había ido a un estadio y que le gustaría que le interpretara. Y él mismo me dio la solución: se le ocurrió la idea de la tabla, y diseñamos esa técnica sencilla que después hemos llevado a varias ciudades de Colombia y a otros países", cuenta César en la oficina de la Fundación Sin Límites SC, creada por él y por su esposa, Ángela.
"José quería experimentar, pero había muchas cosas que no sabía ni conocía y que había que explicarle y enseñarle, como, por ejemplo, lo que era un fuera de lugar [fuera de juego]. Entonces, un gran amigo mío, Diego Gómez, jugador entonces de Tigres, nos dio las boletas para un partido contra el América de Cali. Hice que nos grabaran un vídeo en el estadio y justo Diego marcó un gol. Ese fue el vídeo que se hizo viral y con el que empezó todo", añade.
Esta demostración en el estadio Metropolitano de Techo, el segundo en importancia de Bogotá, de "fútbol en paz", como lo denominaron entonces todos los diarios de Colombia, llegó a oídos de La Liga y del Barcelona, equipo del que también es hincha Richard, que invitó a los dos amigos al Camp Nou a asistir a un partido en directo y a conocer a su compatriota e ídolo Yerry Mina, por entonces en las filas del equipo azulgrana. "El Barça nos atendió como auténticos reyes. Nos pagaron todo y no nos dejaron mover un dedo. La verdad es que fue una experiencia increíble. Y me llevé la satisfacción, sobre todo, de poder cumplir el sueño de José", comenta César mientras abre uno de los armarios de la oficina y muestra con orgullo una camiseta del Barcelona firmada por el propio Mina.
La del internacional 'cafetero' no es la única zamarra que guarda César en la sede: se acerca al mismo armario y saca también la del portero alemán del Barça, Marc-André ter Stegen; la del Girona, en el que juegan los colombianos Johan Mojica y Bernardo Espinosa, con el nombre serigrafiado de José Richard, y varias camisetas de equipos locales, como las del Junior, Millonarios, Santa Fe y América de Cali.
Aunque los caminos de Richard y Daza se han separado y el foco mediático sobre la fundación ha menguado ligeramente, Sin Límites SC continúa funcionando a pleno rendimiento y volcada en ayudar a los ciegos y sordociegos, no solo de Bogotá, sino de todo el país.
"Cuando hay un saque de córner yo le llevo la mano a la esquina del tablero y él la ubica y ya sabe lo que es", asegura Daza
Uno de los últimos en llegar es un niño: Juan Sebastián Mosquera Ricardo, de solo siete años y ciego de nacimiento. Juanse, como lo conocen su familia y sus amigos, nació ciego a raíz de que su madre, Camila, de 27 años, ingiriera pescado contaminado con mercurio durante el embarazo.
Según cuenta Camila, el comer pescado con mercurio es algo más habitual de lo que puede parecer; y es que gran parte de este metal pesado encontrado en los ríos y en el cuerpo de los peces se origina a partir de las plantas de energía termoeléctricas que usan carbón, además de las fábricas dedicadas a la producción de cloro y de las explosiones con dinamita para obtener recursos naturales.
"Por lo general, los bebés tienen los ojitos cerrados en las ecografías, y a él nunca le hicieron un detalle en los ojos; y por eso no fue hasta que nació que los médicos se dieron cuenta de que no tenía un globo ocular y que el otro venía más pequeñito. Es complicado encontrar un culpable: es por la manera en la que explotan los recursos naturales acá en Colombia. Ese mercurio cayó al río y los pececitos se alimentaron con él. Sé que, como Juanse, debe haber muchos niños con alguna malformación, porque el mercurio no solo afecta a los ojos, sino también a otros órganos vitales. Pero yo siempre digo que Juanse era para mí: tenía que ser para mí, no podía tener otra mamá, solo yo", asegura Camila.
Poco después de que un vídeo del pequeño Juanse en El Campín, acompañado de César, tuviera una gran repercusión en redes sociales y en los medios locales e internacionales -en algún caso, con la atribución errónea de que eran padre e hijo-, Daza recibe a Panenka en la sede de su fundación, en el norte de Bogotá, a algo menos de 20 minutos del estadio capitalino, la casa que comparten Independiente Santa Fe y Millonarios.
El cielo comienza a encapotarse y no tardan en caer las primeras gotas de agua, lo cual no es nada extraordinario en Bogotá dada la proximidad de los cerros orientales. La cita con César es a las seis de la tarde.
Salgo con tiempo del barrio de Chapinero, donde me estoy hospedando, y con la moto consigo evitar los interminables trancones (atascos) de la capital colombiana y llegar a la fundación a la hora pactada. Me recibe César en la puerta, sonriente, y me da un fuerte apretón de manos, al tiempo que me invita a entrar y me confirma que Juan Sebastián y su familia ya nos están esperando en una de las salas.
INCLUSIÓN CULTURAL
''Miren, les doy toda esta tierra. Entren y tomen posesión de ella, porque es la tierra que el Señor juró dar a sus antepasados, Abraham, Isaac y Jacob, y a todos los descendientes de ellos. Deuteronomio 1:8'', reza otra de las paredes de su oficina, en un versículo escrito con palabras en cursiva y negrita y mayúsculas y minúsculas.
En la sala principal, con versos serigrafiados en dos de las cuatro paredes, ya esperan Juanse, su madre y su abuela, quienes me saludan efusivamente con un apretón de manos y un caluroso abrazo. El pequeño parece tímido de primeras al conocer a alguien con un acento muy diferente al suyo, pero no tarda en soltarse y quitarse la pena (vergüenza) y hacerme preguntas sobre el Real Madrid y España. Viste un pantalón vaquero ligeramente roído, muy a la moda de ahora, gafas de pasta de color azul, zapatillas deportivas a juego, peinado con una marcada raya en el lado izquierdo, a lo futbolista moderno, y una chaqueta de camuflaje que no tarda en quitarse para lucir con orgullo la camiseta que lleva debajo: la de su equipo, Independiente Santa Fe.
"Soy de Santa Fe por mi mamá", dice Juanse convencido, sentado en el regazo de su madre y agarrándole el antebrazo derecho, en el que se aprecia un tatuaje con el nombre de su hijo. "César me narra los partidos, y eso me da mucha emoción. Me encanta ver cómo juega mi equipo. Ahora vamos a ahorrar para ir a ver un partido de Boca Juniors a Argentina, aunque también me gusta el Real Madrid. Me encantaría ir un día al Santiago Bernabéu", comenta el niño.
Juanse es uno más de los muchos ciegos o sordociegos a los que César Daza está acercando al deporte rey. El proyecto 'Fútbol con la piel', creado por él, lo ha llevado, además de al Campín de Bogotá, a otros estadios icónicos del país, como el Palogrande de Manizales, el Metropolitano de Barranquilla, el Monumental de Palmaseca, en Cali, o el Atanasio Girardot de Medellín. En todos ellos ha 'interpretado' partidos, ataviado siempre con la camiseta de su Santa Fe del alma, y en todos ha dado la vuelta de honor al campo vitoreado por los aficionados locales y visitantes.
"Estamos haciendo inclusión cultural con personas ciegas y sordociegas, y hemos ido, de momento, a Barranquilla, Cali, Medellín y Manizales, y la acogida ha sido impresionante. En todos los campos nos reciben muy bien y nos animan. Hemos recibido invitaciones de Argentina y de México, y nos gustaría ir pronto. Todo esto es una motivación inmensa para seguir con el proyecto. Lo más bonito es que recibo mensajes de hinchas de todas las ciudades y todos los equipos, más que nada de Atlético Nacional. El reconocimiento ha sido muy bonito, aunque lo mejor ha sido la aceptación, que se incrementó mucho después de llegar de Barcelona", explica César con orgullo.
"El objetivo es hacer inclusión cultural con personas ciegas y con personas sordociegas -apunta-, pero éste va más allá: queremos invitar a todo el mundo a que piense que no importa el color de la camiseta, y queremos ayudar a las personas, aunque todos tengamos gustos diferentes. Por eso me gusta más ir a los partidos que no juega Santa Fe y llevar siempre mi camiseta roja y blanca".
Juanse y César, ahora inseparables, se conocieron en El Campín, en un partido en el que el segundo estaba interpretando para José Richard. Los dos, aficionados ambos del 'Rojo', conectaron y entablaron pronto una amistad que los ha llevado no solo al estadio, sino a la costera ciudad de Cartagena de Indias para que Juanse cumpliera uno de sus grandes sueños: conocer el mar.
"Juanse es ciego, pero es oyente, entonces puede resultar más sencillo explicarle, por ejemplo, cuándo hay un tiro de esquina: yo le llevo la mano a la esquina del tablero y él la ubica y ya sabe lo que es. Sin embargo, aunque parezca mentira, interpretarle un partido a Juanse es más difícil que a José, ya que es un niño que está creciendo y es inquieto, y, por tanto, se cansa más rápido que un adulto. Consigo su atención hablándole todo el tiempo, metiéndole emoción a la vaina, sacudiéndolo, agarrándolo", comenta César, con su amigo ahora sentado en sus rodillas.
La Fundación Sin Límites SC y el proyecto 'Fútbol con la piel' recibe cada vez más ciegos y sordociegos, y eso para César es, sin duda, motivo de alegría, aunque también de cierta preocupación, ya que, según cuenta, no recibe apoyos económicos ni ayuda de los equipos de fútbol.
EN BUSCA DE APOYOS
"En la fundación no recibo apoyo económico alguno; primero, porque no sé pedir, y lo digo con toda la humildad del mundo; y segundo, porque, gracias a Dios, tengo una empresa que me ayuda a sostenerme financieramente a nivel familiar y a nivel de fundación. Este año sí estoy tratando de recabar apoyos, ya que el proyecto 'Fútbol con la piel' es bastante costoso. Vale mucha plata: hay que viajar a diferentes ciudades y ahí se van gastos en avión, hotel, alimentación, traslados y entradas al estadio, entre otras cosas", dice César.
"Además, aquí los clubes no ayudan -añade con cierta desgana-. Las camisetas que tengo en la oficina, las de Junior, Santa Fe, Millonarios, las pago yo de mi bolsillo: a veces, cuando invitamos a personas que son hinchas y no tienen la camiseta, se la regalo. Es una iniciativa costosa, y lo digo con vergüenza, pero los clubes no se meten la mano a apoyar este tipo de iniciativas".
Sin embargo, no todo es fútbol en la fundación de César. Otro de los trabajos que se hacen, además de la inclusión cultural a través del balompié, es ayudar a la comunidad sorda a buscar empleo. Junto a Jennifer, su "mano derecha" en 'Fútbol con la piel', según dice César, y a otras personas que también narran partidos con ellos, ya han llevado este ambicioso proyecto a varios estadios de Colombia, e incluso al Camp Nou, y quieren seguir haciéndolo, ayudando a ciegos y sordociegos de todo el mundo a sentir de primera mano la poderosa emoción del fútbol.
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